31 marzo 2006

amapolas torcidas

AMAPOLAS TORCIDAS

Nosotros los de entonces,
ya no somos los mismos.
-- Pablo Neruda



Teníamos quince o dieciséis
y algunos de nosotros ya era experto en abismos:
conocíamos las drogas, las mujeres, las lunas
y el destino final de algunas autopistas.
A nadie le importaba
nuestra tendencia innata
por la desolación del extrarradio,
el rojo sonido de los puñetazos
o la última verdad de los camaleones.
Y es que
sabíamos poco o nada
del mundo y sus mentiras,
lo que deben saber
aquellos que no han visto
la terquedad del tiempo,
la gente que se muere,
los dioses que no existen
y el humo que nos queda,
después de las palabras,
en los labios dormidos
como huella imborrable del silencio.

La vida se desata en cuerdas impensables,
aparecen caminos en un tiempo preciso
y es una tierra ignota lo que antes era el surco
de los años sabidos en el aprendizaje.

Nosotros, los que éramos
hijos hiperáctivos de un pueblo dormitorio,
de emigrantes que volvieron allá por los 80
bilingües y cansados de estar al otro lado
de aquellas torpes cartas y el hilo telefónico,
lejos,
donde el puto dinero,
el frío y la esperanza.
Nosotros...
ya no somos los mismos,
el rostro familiar es hoy desconocido.

Recordar es un falso
genocidio de ausencias.

Pero hoy
que yo no estaba en guardia
me ha parecido veros, vernos,
vuestro recuerdo me buscaba
por calles y avenidas,
por parques y jardines,
por fuertes y fronteras,
por todas las esperas que asoman en un día.
Sí,
junto a los acantos y los pinos,
cerca de la mandrágora,
al pie de los olivos
ESTÁBAMOS NOSOTROS
(amapolas torcidas)
gritándoles de rabia
nuestro color al mundo.

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